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Del anzuelo a la mesa

Enfrente de la playa de Las Teresitas y a varias decenas de metros de profundidad, yace en el lecho marino un barco, un antiguo carbonero que allí hundieron en una muy curiosa historia: el Westburn. Hoy solo los submarinistas expertos pueden verlo, pero todos podemos ver sus campanas, todavía en uso en la iglesia del pequeño pueblo de San Andrés, el más cercano a la playa. San Andrés es uno de los núcleos más carismáticos de la isla de Tenerife, ocupa un amplio valle por donde corre el agua gran parte del año y se asoma al Atlántico en su pequeño refugio pesquero. Es precisamente la pesca la que ha convertido a San Andrés en un lugar casi de peregrinación si lo que se quiere es comer pescado fresco.

El pueblo tiene un pequeño centro peatonal, con coquetas casas terreras que se colocan en torno a la iglesia, consagrada a San Andrés por supuesto, y que destaca por sus campanas de origen alemán y su piedra roja. En torno a esa lugar, se concentran muchos restaurantes donde el pescado es el protagonista principal: viejas, sama, mero, atún… pero también lapas, chipirones, calamares o pulpo. Todos productos básicos en la gastronomía canaria y frescos a más no poder. No en vano, tan solo unos metros separan estos restaurantes del refugio que da cobijo a las embarcaciones de bajura que cada día traen esas y otras especialidades. 

San Andrés tiene otro encanto que sumar al placer de comer bien: es un pueblo que se mantiene fiel a sus tradiciones, fiel a su origen, y eso se nota en el trato del personal y en la decoración de los locales. Si alguien de fuera quiere comer en un ambiente ‘canario’ es sin duda este pueblo un buen destino, que además ha diversificado su oferta. Las dos principales avenidas del pueblo, la marítima y la de Pedro Schwartz, están llenas de otro tipo de locales, más variados: pizzerías, heladerías, hamburgueserías… En conjunto, hacen que San Andrés sea el lugar perfecto donde pararse a almorzar, pues la oferta no puede ser más amplia, todo a la sombra de las campanas del Westburn y al lado del icónico castillo del pueblo, del que ya solo nos queda investigar quién le tiró uno de sus muros, ahí van tres opciones: una riada, un mar embravecido o un fiero enemigo… otra historia curioso de un pueblo que sabe a mar.

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