
Santa Cruz es una ciudad para pasear. No caigamos en ideas preconcebidas, sus cuestas no son insalvables y el pequeño esfuerzo de caminar nos permitirá ver los detalles de la ciudad y huir del estrés del tráfico. Para la ruta que proponemos, “un paseo por la costa”, hay otra opción, la bicicleta o el patinete, pues durante la caminata prevista estaremos siempre junto a un carril bici.
Comenzamos en el extremo oeste de la ciudad, donde se encuentra el Palmetum https://palmetumtenerife.es/ un espectacular jardín botánico especializado en palmeras. Está junto al Parque Marítimo https://parquemaritimosantacruz.es/ un lugar donde merece pasarse un día en sus piscinas, diseñadas por César Manrique. Justo enfrente está una de las joyas arquitectónicas de la ciudad, el Auditorio de Tenerife https://auditoriodetenerife.com/es/ del que conviene no solo disfrutar del edificio, sino estar al tanto de su programación.
La uno de los lados del Auditorio hay restos de lo que fue la antigua defensa de la ciudad. El Castillo de San Juan Bautista, o Castillo Negro, bien conservado, ideal para pasear con niños y fomentar su imaginación mientras piensan en ataques de corsarios ingleses en sus fosos llenos con la marea alta. Al otro lado, y ya caminando hacia el centro de la ciudad, están los restos de la batería de San Francisco, otro antiguo edificio militar, de los muchos que vamos a encontrar durante la jornada.
Entre esa batería y la Plaza de España paseamos junto a la Dársena del Este, en la que se encuentra una de las principales marinas de la ciudad. El espectáculo de ver centenares de barcos, especialmente en otoño, que se preparan para cruzar el Atlántico bien merece el esfuerzo de bajar hacia los muelles.
La actual Plaza de España fue reformada por Herzog & De Meuron, junto a ella están algunos de los edificios más icónicos de la ciudad, como el monumento a los Caídos, el Cabildo Insular, el Palacio de Correos o el Casino de Tenerife. Y una sorpresa… bajo el lago de la plaza se encuentran las ruinas del Castillo de San Cristóbal, que se pueden visitar por supuesto. Todavía hay grandes pedazos de esas murallas y el cañón Tigre, que se batió contra los ingleses cuando Nelson intentó tomar la ciudad en 1797. En la superficie no queda nada del Castillo, que sí dejó su recuerdo en el nombre de la principal calle comercial de la ciudad.
Seguimos caminando bajo la sombra de los Laureles de Indias de la Alameda del Duque de Santa Elena, antigua zona de recreo de la ciudad. Hacia el este, siempre paralelos al mar, vemos el ajetreo de la Dársena de Anaga, ocupada con los ferris que unen las islas o con los cruceros que llegan con miles de turistas. En este tramo de la avenida Francisco La Roche se encuentran decenas de lugares donde poder comer o tomar algo, siendo un lugar muy animado durante las noches del fin de semana.
Tras dejar atrás el Muelle Norte, el Club Náutico y el CDM Paso Alto llegamos al Castillo de Paso Alto, que apenas se ve pero que está muy bien conservado. Es otro ejemplo de esa antigua fortificación que hizo fuerte a toda la costa de la ciudad. Nuestro fin del paseo puede acabar con un chapuzón en la renovada zona de Valleseco, junto a los antiguos muelles carboneros declarados ahora Bien de Interés Cultural, o si se es valiente seguir caminando hasta la playa de Las Teresitas, a unos 6 Km. El que crea que ya está bien de caminata puede coger la guagua 910, que corre paralela al todo el trayecto realizado.
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